martes, 11 de mayo de 2010

Sobre hijos, árboles y libros

Lo de tener un hijo… supongo que sí, que lo hará algún día. De hecho, siempre contestaba a mis aseveraciones relativas a mi futuro yermo con su ceja elevada, el ceño fruncido y la cabeza ligeramente ladeada, en un gesto que rozaba el inquisidor cuestionamiento de lo que no se comprende. Después soltaba su “hija, ¿tú no quieres ser madre?”. También es cierto que eso que hace diez años tenía tan claro, se fue volviendo más turbio con el tiempo, aunque la balanza finalmente se inclinara hacia el plato fecundo. Cuestiones atávicas que mezclan –a partes iguales– biología y cultura, estrógenos y cuentos de princesa, reloj biológico y comedia romántica de Hollywood.

Sin embargo lo del árbol lo veo mucho más difícil. Entre otras cosas, porque no tenemos dónde plantar uno y porque, además, hacerlo implicaría abocar al pobre vegetal a una muerte segura. Heredó de su madre la capacidad de sanar a muchos seres, pero no precisamente a los que tienen la costumbre de hacer la fotosíntesis.

La cosa es que ayer presentó su primer libro y no pude estar con ella. Decir que mi corazón sí que lo hizo me parece, además de cursi, una mentira de tamaño catedral –soy pragmática, empírica y material y no creo en transmigraciones emocionales–. Tampoco puedo decir que es lo que más deseaba en el mundo porque todavía esta mañana tenía la sensación de haber podido intentar otras tretas laborales e imaginativas que hubieran resultado más productivas.

En cualquier caso, he vuelto a releer uno de los gérmenes de “La estrella invitada” –Maribel, Lolo y algún portátil que le regalaron hace años son algunos de los otros– y me he vuelo a emocionar (hija puta, qué bien escribes) con su capacidad para transformar una experiencia cercana a la muerte en un puñado de besos o hacer que el 27 se convirtiera en mi número favorito. Y tanto entonces (cuando los leí por primera vez o vi su nombre estampado en las pruebas de impresión) como ahora siento una irrefrenable fuerza que me empuja a decir Choni, te quiero y estoy orgullosa de ti.

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